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Pensar de que nos conocimos casualmente en un micro y nos
pusimos a viajar juntos sin saber pa’ donde íbamos. El chofer siempre ha sido
súper considerado con nosotros y todo ha jugado a nuestro favor, no hemos
tenido tráfico ni tacos y lo mejor es que la vista por la ventana es hermosa, y
obvio, no es casualidad que justo al lado tuyo hubiera un asiento disponible,
yo me senté no más, esperando nada, sólo quería llegar a destino pero no sabía
que iba a ser el recorrido más especial de mi vida. Al principio me dediqué a
observar el paisaje tratando de ver por la ventana y sin querer me encontré con
tu mirada, con tus ojitos bonitos ahí al lado mío, y la verdad verdad, si el
panorama allá afuera era bonito, el segundo en que nuestras miradas se cruzaron
no tiene comparación (eso fue justo al atardecer pasando por la playa, sol
ocultándose y cielo anaranjado). Te veías tan hermosa ahí a mi lado, no pude
evitar preguntarte dónde ibas, me sonreíste y me dijiste que no sabías pero querías
ir bien lejos, raramente yo había tomado esa micro por la misma razón, de hecho
quería un viaje eterno... Y nos fuimos quedando solos ahí arriba; los pasajeros
comenzaron a bajarse en diferentes paraderos, y yo seguía ahí perdiéndome en
tus palabras, aprendiendo a conocerte. Mientras me hablabas, trataba de
aterrizar el momento en mi mente, no entendía por qué tu mundo me parecía tan
interesante si a la vez era tan opuesto al mío, no terminaba de saber de ti, tú,
tan impredecible y con tantas facetas, que yo -a pesar de ser tan poco audaz-
quise aventurarme en descubrir. Supongo que se nos fue pasando el tiempo en el
viaje y en la conversación -digo supongo porque jamás tomé en cuenta el tiempo
allí arriba; aún no lo tomo en cuenta-. Entre algunos temas que tocamos me
hablaste sobre las cosas que amabas, me hablaste de tu Padre Sobrenatural –a
quien yo también conocía pues coincidentemente era mi Padre también- esta
hermosa coincidencia hizo que al instante, y mágicamente, mi corazón quedara
unido al tuyo. “Mira, toca la palma de mi mano” –me dijiste- “¿puedes sentir?”;
“sí!” –dije yo, emocionado por lo sobrenatural del momento. Sólo en el centro
de su palma derecha se sentía un calor especial-; “es Él” –me dijiste- “está
aquí y vive en mi”. Su mano, el momento, mi corazón, su corazón, Él en ella, Él
en mi, Él ahí, todo absolutamente todo –incluso la micro en la que íbamos se
volvía Sobrenatural-. Sin decirte nada, en ese momento decidí que quería
compartir contigo mi viaje sin rumbo, juntos a la eternidad; espontáneamente te
abracé y así me quedé, pegado a ti.
Aún más pienso que vivo, pero mis
pensamientos son más lindos si estás tú presente.
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